Sabes que no puedes medir el peso de un folio; pasas el pulgar por ese abanico de líneas blancas y piensas «¿cuánto pesa una palabra?» Su peso es muy relativo pues cualquier libro que seas capaz de levantar con el meñique contiene palabras que podrían llegar a aplastar o a elevar una vida entera.
Yo suelo leer la primera y la última frase de cada libro, aunque no siempre en ese orden. Lo hago como quien coge un billete de tren y lee la ciudad de partida y el punto de destino.
Señores pasajeros,
bienvenidos a mis trenes de cartón,
espero que disfruten el viaje.
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